Todos los 19 de marzo celebramos el Día de San José, un tributo al que fuera padre de Jesucristo y una figura en la que se han fijado numerosos devotos a lo largo de la Historia. Pero, ¿por qué tal interés?

Apodado el Nazareno, en realidad José nació en Belén y fue el tercero de seis hermanos. Las Escrituras lo señalan como un artesano talentoso, obediente y justo, que practicó el humilde oficio de carpintero. Esa justicia y humildad se ve, sobre todo, en el momento en que éste acepta el embarazo de María antes de que supiera, por medio del Ángel, de que había sido fruto del Espíritu Santo.

Fue justamente este motivo el que llevó al Papa Sixto IV a introducir la fiesta de San José en el Breviario Romano –un libro que solía recoger las obligaciones públicas del clero durante el año-, y a que los franciscanos lo consideraran como modelo único de paternidad. Desde el siglo XIII hasta el XV, numerosos escritores de esta orden afirmaban que José constituía todo un modelo de humildad, fidelidad, pobreza y obediencia. Y siglos más tarde, en 1870, el papa Pío IX lo nombró patrono de la Iglesia Universal.

De igual forma, la Iglesia Católica declaró a José patrono de la familia al haber recibido el don de la paternidad siendo aún virgen.